martes, 25 de enero de 2011

NO ALCANZÓ

Mi padre me dijo un día, allá lejos, cuando aún recordábamos, que mi abuela nació en una salitrera…pampa…pampa algo.
Yo, de esa historia sólo recuerdo el dolor en los ojos de lo que no sabíamos, de lo no contado por ella, mi abuela.
Nací en Antofagasta, cuando el sol todavía era fuente de cosas buenas y mucho amor. Mi padre había nacido mucho antes, sin embargo, su corazón ya estaba roto y rearmado por las largas horas de licor, música y mujeres de amor eterno. Recuerdo cuando me contaba lo de las caminatas de mi abuela, como algo suyo, eterno; un dolor que acompañaba su manera frágil y tan indiferente de ver la vida. Yo solo recordaba las miles de veces que mi abuela no estuvo…las eternas esperas de sus manos rascando mi espalda para dormir.
Mi abuela caminaba tardes y días enteros para llegar a lugares nunca pensados…Conocí esos lugares en aquellos viajes inmemoriales junto a mi padre por el desierto penetrante de nuestras memorias.
Un día, de esos que la vida regala, me vi enclavada en un lugar sin nombre, en esas ruinas que podían ser cualquiera…Yo sentí en el velo de la noche que era la mía, la suya…sentí sus pasos de niña solitaria corriendo descalza por la arena de nuestra tierra….la vi apurando el paso para llegar antes a la fila eterna de los recados, de las especies…la vi llorando de hambre, cuando las fichas no podían ser cambiadas…No sé si lo soñé, pero recuerdo su cuerpo tímido llorado por no bajar a Iquique. Recuerdo la húmeda voz de su madre rogando por la injusticia.
Cuánto de cierto hay en la historia no lo sé, sólo se de esa marcha eterna al lugar de la muerte y mi abuela niña de soledad feliz de no tener que ir sola por el desierto interminable.
Al llegar a la ciudad, su madre le repetía, no escuches, no sigas a nadie. Busca a tu padre y pronto ya estaremos en casa. Mi abuela estaba convencida que su madre estaba exagerando ¿quién no piensa que una madre exagera?...Esta vez no era una madre cualquiera, no era la abuela gritando, no era la madre clamando; era la voz compañera de los hilos derrotados, porque en Iquique se olía la derrota, se olía el infortunio, la deslealtad.
Caminó poco mi abuela, llegó rápido donde el padre…él la miro derrotado, no quería verla, no podía creerlo, le habían desobedecido, su mujer lo había desobedecido y había partido tras él. Abrazó a su hija, mi abuela…y nunca alcanzó a besar a su amada, las metrallas tronaron con su hija en los brazos y su mujer esperando.

lunes, 4 de octubre de 2010

Perdidos

Cada vez se iban alejando más. Las calles se hacían pequeñas y a la vez eternas. No puedo concentrarme con tanto ruido. Voy a leer nuevamente la dirección. Nos equivocamos . Crucemos por aquí. ¡No! Nos salimos del metro. Pucha tendremos que pagar otro pasaje denuevo. No entiendo lo de las veredas. ¿Estamos perdidos? No, sólo nos equivocamos de lado. Es de noche, llevamos todo el día dentro de este subterráneo.¡ Aquí es! Sí, llegamos. Toca el timbre, tócalo otra vez. Lo siento ya arrendamos el departamento. ¿Cómo nos devolvemos?. Viste que estabamos perdidos.

Atrasada

Nada me hacía suponer que lo perdería. Salía temprano para Mejillones. No tenía celular. Avisé por si no despertaba, era mi única oportunidad. La ansiedad me desveló. Desperté de un salto, miré la hora en mi computador, estaba a tiempo aún. Rápidamente me vestí, iba apurada, pero tranquila. ¿Me dice la hora? pregunté. Las seis con veinte. ¡Qué! ¿dígame la hora? Volví a preguntar. Las seis veinticinco ¡No puede ser! ¿Por favor dígame la hora? Las seis y media, dijo la vieja. ¿No cambió la hora? Me restregó en la cara. Corrí al terminal. Ya no había nada para mi.

Alucinando

Tómatelo rápido. Si te dan ganas de vomitar ¡dale no más! Es mejor. No seas tonta, si puedes. No te va hacer nada, relájate. Si sé que es asqueroso, pero vale la pena, ¡dale! Bueno si no querías para qué me tuviste cuatro horas preparándolo ¡ya po! no seas tonta. Te va a llevar a un viaje único, inolvidable. Tápate la nariz, y te lo tomai no ma’, no seas lesa, te va a gustar, es mejor que esas gueas que fumai, ¡ya po!...¿Qué te pasa?...Oye, no me asustes po, ¡oye! Respóndeme…¡Ya no te creo! ¡Córtala! Eso…bien...Ahora a esperar.

A mi no me gusta

Caminaron mucho para encontrar el lugar adecuado. El piure es abundante, pero no en cualquier lado se puede sacar. Llegaron. Sacaron el cuchillo, también el desatornillador que todos daban por perdido. Cuidado con las manos, le dijo. El niño sacaba con maestría el alimento. Él, orgulloso, lo miraba de reojo (las caricias son escasas en estas faenas) Juntaron suficiente. Comenzó la búsqueda, esta vez del lugar para limpiarlo y comerlo ahí, a la orilla del mar. Esa es la gracia, decían. El chico terminó la primera concha e inmediatamente los colmó de limón. Tome, dijo. A mi no me gusta.

martes, 1 de diciembre de 2009

MI GENERACIÓN

Mi generación, esa la de los dedos cortos,
la de miradas profundas
bien lejos de la calle principal de cada barrio.
Esa decapitada de los padres, abuelos y hermanos.
La de los intelectuales sumidos,
sumisos ante el alcohol, drogas y otros estimulantes,
otras caras de la moneda de cien pesos, cinciuenta a veces.
La que en su casa posee artefactos de cultura,
esa! la culta a dioses ya pasados,
esos en que ya nadie es capaz de creer.
La de días enteros sola, noches enteras.
Esa de la calle Quillota o Von Schroeders,
esa de los besos a secas, risas a secas;
la que no se cree nada,
la que no le creyó nada a sus padres.
La de la rebeldía con causas,
con razones poco fuertes, un poco agotadas.
La de las cien cajetillas de cigarro y una de reserva.
La de los coitos a medias,
la de las cachas al aire;
la del amor por reirse, sonreir.
La expulsada de bares, colegios, cárceles y hogares.
Esa de los portazos sin querer, camas sin hacer,
la de los almuerzos a las seis de la tarde.
Esa que no escribe nada,
esa que ya no pinta,
se las tira, se las vuelve a tirar
y luego...prosigue la farsa.

bb 1988

lunes, 30 de noviembre de 2009

TODO ESTABA BIEN

Tarde comenzó el recuerdo de esa tarde,
tarde sombreada en tu rostro,
tarde de luces, cantos y monumentos.
Y yo con telarañas en la cara -según ese hombre-
yo que al parecer no entiendo los latidos de tu lengua,
y quizás para entenderte debieras cortarte los dedos,
los pies, las manos;
sacarte el habla, cariñito.

Y la luz volvía y yo recordaba tus cantos para otras,
volvía a verte sangrar por la desconocida.
¡Y esta maldita pieza!
que me llena el cuerpo de caricias ya dadas, pasadas,
que no sueltan mi cintura.
Todo estaba bien,
me gustaba acariciar a ese,
el de los cantos a otra.

De pronto la luz se volvió contra los rostros
así como en esos interrogatorios policiales,
ahí mi mano dejó de acariciar,
ahí fue cuando todo se volvió rojo, amarillo,
y ya no se podía cantar,
y ya no paraba la angustia,
y no paró...
No fuimos capaces de brindar por el dolor.

bb...